jueves, 14 de febrero de 2013

Free from desolation and despair.

¿Qué haces cuando te sientes solo? ¿Sales con amigos? ¿Lloras al primer conocido de Internet que se te pone delante?

Yo me sumerjo en mi universo. Un universo donde sólo tienen cabida mis obsesiones. Obsesiones que han sustituido a otras antiguas. Será una enfermedad, quién sabe. Es mi Map of the Problematique. Es mi Mind Palace. Aqui me encuentro yo, y sólo yo, nadie más.

¿De verdad es necesaria la gente  para ser feliz? Yo no me lo creo. El último año, toqué fondo. Pero, al igual que el que está en la cima, estar solo te deja tiempo para pensar. Pensar en que, por mucho que seamos humanos, la gente no siempre va a estar ahí. Nadie.

Qué haces. Te apoyas en tus gustos. En tu vida profesional. Y si es plena, de verdad que no necesitas absolutamente a nadie. Nunca más. Supongo que en eso consiste madurar. En no llorar en el hombro de todo mejor amigo, o cosas así que yo ya ni me acuerdo por no practicarlas.

Estoy segura de que me darás la razón.

No me podrás negar que eres infinitamente más feliz cuando vas al concierto de ese grupo que tanto has esperado, has leído ese libro tan especial, has llorado en el cine, o incluso has hecho el viaje de tu vida; que cuando la oxitocina te ronda por el cuerpo.

Doomsday.

Oh, vaya, ya lo he vuelto a hacer. Será que me he vuelto algo sensible. Doomsday. El día del Juicio Final. Tú sabes que nunca he tenido grandes dotes literarias, por mucho que dijeses que sí las tenía.

Hace más de un año que no me paso por aquí. Mirando entradas antiguas, veo a una chica enamorada, escribiendo sobre lo bonita y color de rosa que ves la vida cuando alguien te dice que te quiere todos los días. Si te digo la verdad, era un papel que hacía. No era verdad. Jamás he sido una persona tan cariñosa, ni similares realmente. Ni siquiera por ti. Qué cosas.

Ésta es una de las cosas que quise decirte, pero que no me dejaste. Porque te fuiste, sin más. Me trataste como una desquiciada...y ni siquiera una explicación por tu parte. Muy de película, la verdad. Siempre me he imaginado que hay una cámara constantemente grabando todo lo que ocurre en mi vida. Hasta a ti.

Doomsday.

No me malinterpretes. Que haya interpretado un papel,  no quiere decir que no te quisiera. Tanto que te antepuse a todo. Y lo que ocurre cuando antepones vidas ajenas a la tuya, es que desapareces. De repente, ya no eres nada. Como los agujeros negros del espacio. Absorben todo lo que tienen a su alrededor, se retroalimentan, pero jamás salen de ahí. Algo parecido me ocurrió a mí. Algo que no deberías haber visto.

Al principio, ni me lo creía. Viví las dos siguientes semanas como un fantasma, sin vivir. Salir a la calle era una constante presión en el pecho. El sol me quemaba. Literalmente. Sin comer, llorando, buscando una sustitución a ese chute. Fui adicta. Adicta real. Tuve mono. Me costó más de medio año desquitarme de ti y tus mierdas.

Oh, sí, sentía odio. Sentía odio hacia ti y todo lo que representaste. Jamás me quisiste. Fui tu obsesión, sin más. Yo para ti era una especie rara, en peligro de extinción, algo que hay que probar al menos una vez en la vida. Ésa era yo. Todo el mundo lo ha hecho conmigo alguna vez. Algo les atrae de mí, no sé el qué, se acercan, pero después se alejan. Y eso lo agradezco.
 Una vez viste que esa especie te estaba asomando al vacío, tuviste miedo. Siempre tuviste miedo.

Doomsday.

Ni siquiera tuviste el valor de decirme el porqué. Tuviste suerte de que yo lo supe al instante de verte. Siempre has sido un libro abierto, y probablemente nunca dejes de serlo. Pero lo tuyo siempre fue negarlo todo y callarte y verme caerme. Probablemente jamás te perdone eso. Tener miedo no justifica la cobardía jamás.

Doomsday.

Como dijeron mis médicos, fue la primera vez que fui valiente en mi vida y me enfrenté, no a ti, sino a toda mi vida de un golpe. No, no tuviste todo el mérito de hundirme. Antes que tú, tuve una vida, y los 16 años anteriores existieron.

Me enfrenté a buscar el porqué real de ti. Dicen, que nunca te puedes arrepentir de lo que has hecho, pero sí de lo que no has hecho. Probablemente, si yo aquel día no te hubiese obligado a mirarme a la cara, me estaría arrepintiendo ahora mismo de no haber acabado lo que tenía que hacer.

Y qué decir. Te quise. Pero ahora sólo tengo un vacío indefinido hacia ti. Probablemente jamás te vaya a encontrar por la calle, pero sólo quería decirte esto.

Las despedidas nunca fueron mi mayor don.
Licencia Creative Commons
Una historia sin terminar. por Silvia González se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.